Regreso a casa (Publicado en Revista cultural FORMA, 2019)
- Ricardo Araujo Gutérrez
- 5 ene 2024
- 3 Min. de lectura
Es un día de enero, un nuevo año está comenzando, y junto con ello las ilusiones de Alondra al parecer comienzan a revivir después de haber permanecido inmóviles durante muchos meses ya que los días de Alondra suelen iniciar muy temprano y terminar muy tarde.
Aunque Alondra vive en la ciudad y ha llegado ahí desde ya hace algunos años a trabajar, ha buscado el tiempo para regresar al lugar del cual es originaria: un pequeño pueblito que se encuentra enclavado en medio de un valle lleno de montañas, donde el aire es puro y todavía existen muchos árboles, el olor a humedad y la sensación de frio característico de las mañanas se hacen presentes mientras el sol anuncia un nuevo día y a su paso derrite la delicada capa de hielo que cubre el prado.
Como hacía muchos años no lo hacía, Alondra sale de casa de su familia con dos cubetas de aluminio resistente y se encamina al centro de este pequeño poblado, donde se encuentra un ojo de agua el cual abastece a las pocas casas que conforman la comunidad, siendo este el lugar habitual de reunión donde las señoras lavan la ropa, los señores se encuentran en los bebederos de los caballos, los niños se divierten jugando con las piedras y la imaginación.
Alondra aprovecha que el ojo de agua se encuentra todavía en soledad para sentarse en un gran árbol, el cual se encuentra ahí desde que ella recuerda, este árbol se ha convertido en testigo de muchas escenas en el pueblo, tanto de alegría como de tristeza. Al sentarse ahí, inevitablemente Alondra comienza a recordar todo el camino de su vida hasta llegar a donde se encuentra hoy.
En un momento de arrobamiento al observar la naturaleza se traslada mentalmente a un lugar sin tiempo, donde pareciera que los recuerdos se abultan de manera impetuosa y es ahí cuando logra recordar quién es, aquellas cosas que le hacían feliz, las cosas que antes disfrutaba y valoraba como tomar una taza de café o sentarse en su casa en la noche a ver las estrellas.
Así mismo puede darse cuenta que la vida en la que se encuentra inmersa actualmente se ha hecho cada día más compleja quedando con poca energía para disfrutar, pareciera que un día se le va de las manos como el agua que corre y a éste le sigue otro... y otro... y otro mas.
El cuidado de sus hijos, la casa y el trabajo, le han dejado poco tiempo para poder conectarse con ella misma, nunca falta un problema que resolver, una preocupación que cargar o pendientes en que pensar; inclusive a veces puede pasar noches pensando en todo este cumulo de situaciones.
Regresando en si, a lo lejos pudo observar su casa, aquella casa que la vio nacer, crecer y al final partir para buscar su vida: “Si tan solo pudiera regresar mas seguido a casa” – pensaba alondra con algo de añoranza, sin embargo, tenía ya una vida que la esperaba de regreso en unos cuantos días.
Volvió a echar un vistazo a todo lo que había alrededor, como quien quisiera grabarlo perpetuamente en una foto plasmada en su memoria; y en ese momento un pensamiento irrumpió en su interior entendiendo que todo lo que ha vivido es parte de ella y de un tesoro llamado historia que nadie se lo podrá quitar nunca y por lo tanto regresar a casa no solamente es regresar al lugar donde nació o creció. Regresar a casa también implica regresar a lo mas intimo de nosotros, al claustro que esconde nuestras mas profundas alegrías y tristezas, las ilusiones y los miedos: el corazón.





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