Anhelos de Familia ( Publicado en Revista Cultural Forma, 2019)
- Ricardo Araujo Gutérrez
- 5 ene 2024
- 4 Min. de lectura
Como muchos miércoles, Alan llega a su pequeño departamento después de pasar el día trabajado, se sienta a un lado de la ventana a observar a la gente pasar; pero en esta ocasión le fue casi imposible no sentir en su corazón la ausencia de quien ya no está – Su papá – quien había muerto en su juventud y donde él sintió que la familia comenzó a desaparecer. Por un instante se trasladó a aquellas cenas de navidad donde estaban todos unidos en la mesa: “Si tan solo pudiera regresar a esos tiempos” – Pensó con un aire nostálgico – y así continuó viendo llover hasta que el sueño lo venció.
Al día siguiente por la mañana como era costumbre se alistó para ir al trabajo, las carreras matutinas eran su especialidad ya que no era bueno para madrugar, sin embargo, llegó justo a tiempo para. Lo había logrado una vez más.
Durante el día Alan permaneció muy callado, fruto de sus recuerdos y pensamientos de la noche anterior. Su cumpleaños se acercaba; con el tiempo Alan había perdido la emoción de celebrar un año mas de vida y prefería pasar el día trabajando o en casa – aquel espacio donde él había diseñado su pequeño mundo lleno de plantas, libros y música.
Como era costumbre regresó a casa inmediatamente después de trabajar, pero esta tarde todo cambiaría... Inesperadamente alguien golpeó la puerta.
-¿Quién puede ser, es jueves por la noche? – se preguntó- pegó su ojo a la mirilla de la puerta y con sorpresa descubrió que era su hermana Andrea. No dudó ni dos segundos en abrir.
-¿Qué haces aquí? ¿Estás bien? - preguntó de forma instintiva.
-Acabo de salirme de casa, las cosas no están bien y no se que hacer- dijo en voz baja, mientras lloraba.
Alan no sabía que hacer, nunca se había enfrentado con algo parecido, lo único que logró decirle mientras la acompañaba al interior de la casa fue: “Sabes que no estás sola, aquí tienes un hogar al cual llegar, quédate el tiempo que necesites, bienvenida a casa”- y le dio un beso en la frente como desde su infancia que no lo hacía.
Platicó durante casi toda la noche con su hermana Andrea. Tras pocas horas de sueño Alan se marchó a trabajar, como siempre con las carreras matutinas que le caracterizan.
Al terminar el día de trabajo, mientras pasaba los anaqueles del supermercado para comprar alimento para Andrea, pudo darse cuenta de que ésta era una forma como le estaba demostrando lo mucho que la quería.
Al llegar a casa notó que Andrea no se encontraba, pero justo cuando se dispuso a preparar su acostumbrado té, tomó el recipiente en el que solía calentar el agua cuando se dio cuenta que había una nota pegada en ella:
“Querido hermano: El día de ayer no sabía que hacer ni a donde ir, por eso recurrí a ti, eres mi hermano y eso nada podrá cambiarlo. No sé cómo agradecértelo por favor mira en la nevera. Con cariño. Tu hermana.”
En la nevera había una dirección con la indicación: Por favor, llega a las 8:00 Pm. Él revisó su reloj y faltaban 10 minutos para las 8:00 Pm, había perdido mucho tiempo en las compras, así que solo tomó su abrigo y salió corriendo.
Fácilmente encontró la dirección, era una casa antigua pero bellamente conservada. La curiosidad le hiso no esperar mas y tocar el timbre de manera casi automática; cuando Alan abrió la puerta se encontró con un corredor largo que apenas estaba iluminado por una luz tenue que provenía del fondo, comenzó a caminar y finalmente ingresó en una sala muy iluminada, llena de gente.
Pudo reconocer en las personas rostros conocidos, algunos habían sido amigos de su infancia, otros compañeros de escuela y colegas de trabajo; finalmente reconoció al dueño de la casa – Gerardo – Con quien había pasado los mejores días de su infancia y a quien le había perdido la pista hace tantos años, al verlo Alan se llenó de alegría pues en un golpe de imágenes le vinieron tantos recuerdos agradables. Recordó que en el interior de sí mismo existía aún aquel niño que era capaz de emocionarse, de alegrarse, de sorprenderse por las pequeñas cosas, entendiendo que para continuar caminando en esta vida como adulto, tendría que viajar con maletas mas ligeras, como lo hacía antes.
Desvió su mirada- y todavía un poco confundido- al fondo de la mesa pudo ver a su hermana junto con una mujer cuyos ojos se miraban cansados, pero que había sido la misma mirada de siempre: su madre… con quien había dejado de hablar algunos años atrás por algunos desacuerdos. Se dirigió a donde estaban ellas y como el hijo que regresa a casa les dio un gran abrazo.
La noche continuó así en una gran celebración por el regalo de un año mas en la vida de Alan, pero la vida de Alan ya no fue la misma persona, dentro de su corazón pudo agradecer por el recuerdo de los que ya no están pues el paso de cada uno de ellos, especialmente de su padre, le ha dejado un legado de vida.
Al igual que Alan, en nuestras historias personales pasamos momentos de vida que emocionalmente son difíciles, pero son solo baches en el camino; como menciona la historia, es importante caminar acompañado en esos momentos así como darse cuenta de las cosas positivas que hay en la vida y que nacieron a partir de los "momentos malos" que pasamos. Es por ello que si necesitas ayuda con algún aspecto de la vida que te esté generando ruidos interiores no dudes en buscarla, recuerda siempre que la salud mental es un elemento importante para una vida plena.





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